jueves, diciembre 25

Dos variaciones sobre un tema frío

Autor: Hernán García.
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I


Soy el soldado de las tristes victorias:

Recojo honores que ya no existen

Poseo riquezas que nada compran

Muy bellas flores tengo sobre mi tumba.

Busqué la luz desde mi oscuro pozo, pero mientras más escalaba, más subía la luna, allá, terriblemente graciosa. Fatigado, aunque queriendo seguir, mis manos no aguantaron los ladrillos babosos y los toscos gusanos. Entonces fue la caída.

Ya en el piso, más partida el alma que los huesos, no hago caso de fémures quebrados y camino, adentro, a mi choza con paredes de tiniebla. Escucha ahora la voz que me dice: “¡Has ganado!”

Yo gané. Nadie lo revoca. Pude levantarme y andar aún cuando casi no tenía piernas. Pero la voz insiste, no muy alegre, más bien desesperada, y siento cómo los rayos selénicos tratan de entorpecer mi paso imparable.


II

Cuando caminaba aquella noche por la fría meseta sentí una chispa próxima, un pequeño fuego gracioso e indiferente -aunque, tal vez, no muy indiferente-. Aterido como estaba no lo pensé dos veces para alimentar la candela. Menos mal había muchos maderos secos a la mano, como si fluyeran de las sombras. Yo arrojaba leña, cada vez más entusiasmado, y el fuego crecía, cada vez más alegre y bonito.

Sin embargo, al poco tiempo de haber comenzado la faena para calentarme, el olor del humo se me hizo fastidioso y el color de la llama se volvió demasiado chillón para mi gusto. Más bien seguí caminando hacia la noche, mientras escuchaba a mis espaldas el desgarrado llanto del fuego quejándose de frío.