jueves, diciembre 25

Periódico “A Fazenda do Cacau”

Autor: Carlos Enrique Serrano Rosero. Estudiante de filología inglesa.

En homenaje a Jorge Amado
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Ilheus, Bahía , 7 de Agosto de 1958

Titular: Asesinato en iglesia local y terrible suicidio de popular hacendado

“Esta historia de amor –por curiosa coincidencia, como diría doña Arminda- comenzó el mismo día claro, de sol primaveral, en el que el hacendado Jesuíno Mendoça acabó, a tiros de revolver, con doña Sinhazinha Guedes Mendoça, su esposa, personalidad ilustre de la sociedad local, morena tirando a gorda, muy dada a las fiestas de la iglesia, y con el doctor Osmundo Pimentel, dentista llegado a Ilhéus hacía pocos meses, mozo elegante, con pretensiones de poeta”.1
Estos desafortunados acontecimientos, ocurridos ayer en la tarde primaveral, acabaron en esta terrible tragedia que los inspectores del estado de Bahía han logrado esclarecer.

Jesuíno Mendoça, reconocido comerciante de cacao de la zona, moreno, de olor a tabaco y a café oscuro nacional, después de cometer su crimen decidió suicidarse frente a la plaza central. Una carta que Jesuíno dejó frente a su lecho de muerte dilucidó los hechos. Este documento iba dirigido a Gabriela, una campesina del pueblo de Ilhéus.

A continuación, presentamos esta carta escrita por el difunto Jesuíno Mendoça a Gabriela del Mar durante su viaje de vuelta a Ilhéus, su ciudad natal. Lo invitamos a que juzgue usted los hechos relatados en cuatro cuartos por Jesuíno, y que además decida quién es el verdadero culpable en esta trágica historia de dolor, de clavo, de canela y de amor.
Jesuíno! ¡ Sí me acuerdo!

Informa: Gabriela Loeiro
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São Paulo, 4 de Agosto

Mi adorada Gabriela:

En el tren hacia Río

Voy en marcha una vez más. No puedo dejar de pensar en ti, ni en tu olor, ni en tus labios de mar. ¿Te acordás, mi Gabriela? ¿Te acordás que mientras tú recogías cacaos yo te cantaba esa canción que querías escuchar? ¿Te acordás del chocolate? ¿Te acordás de esa canción que de mi guitarra desafinada se escapaba mientras tú el chocolate preparabas poniéndole un poco de clavo, de canela y de sabor a sal?

Te escribo esa canción mi Gabriela, pa’que de mí te podás acordar. De esas tardes acostados en la playa viendo el sol de oriente despertar. Acordáte de la canción, mi Gabriela, para que la cantés cuando vuelva allá, y que conmigo podás estar:

♫ “ Olor de clavo,

Color de canela.

Yo vine de lejos,

A ver a Gabriela” ♫

¿Te acordás, cierto? ¿Te acordás? Ahí está la canción pa’que la podás cantar. Escríbeme ahora tú esa receta de tu chocolate que quiero tomar. Pero no cualquier chocolate; el que tú me sabias preparar. Recuérdame cuanto clavo y canela debo usar, y así lograr que este chocolate sepa a tu caminar, al sabor de tu andar por la hermosa playa donde el mar y el cielo se besan en el horizonte para verte otra vez pasar, al ritmo de las olas que se rompen en tus caderas cuando bailás esa Bossa Nova de tu andar.
Amorosamente,

Jesuíno Mendoça
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Río de Janeiro, 5 de Agosto

Mi Gabriela:

Tu espejo de sal

Mañana tomaré otro tren para llegar allá y poderte abrazar. Ahora estoy frente al mar de Copacabana viendo la luna brillar; recordándote y queriéndote besar. ¿Te acordás, mi Gabriela? ¿Te acordás? . Te dije que eras una estrella submarina, pero no la de un coral; sos Iemanja que me mira, por un agujero circular, ésa que brilla en las noches, como tus ojos en el mar. ¿Te acordás, Gabriela? ¿Te acordás del mar?¿Del mar al que te llevaba para mostrarte una estrella fugaz pasar?

Acordáte del primer beso entre los palos de cacao donde te dejaste besar. Te zampé un beso en esos labios de río San Francisco, puro, transparente y colosal. Desde ese día hasta ahora, cada vez que te recuerdo quiero tus labios besar, porque eres mar y río; agua que quiero tomar. Por eso te escribí estos versos, mi Gabriela, para que podás brillar:

Rubia de sol, con piel de brasilera

Alma de dolor, de saudade y de canela.

Lo supe cuando te vi bailando sobre la arena

Que eras tú la de mis sueños,

Eras tú la única estrella.

Eres ese astro que se refleja en el Mar,

En ese Mar que abusivamente besos te da,

Para ver si así puede conquistar,

Tu corazón de princesa de cristal,

Esa que me mira,

Como mira Iemanja,

Es la luna que se mira los ojos en el mar.

Amorosamente,

Jesuíno Mendoça
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Ilhéus, 6 de Agosto
Gabriela Loeiro:

En la Tierra del Sinfín

Hoy te vine a visitar. Te dije que te tendría una sorpresa ¡Ya nos podemos casar! Por fin arreglé lo del divorcio con doña Sinhazinha Guedes de ex-Mendoça, o como la querás llamar.

Te fui a buscar. Pensé que podrías estar en la hacienda, pero no te pude encontrar. Grite tu nombre entre los cultivos de cacao, pero me cansé pronto de tanto vociferar. Cómo no se me gastaba tu nombre en los labios te fui a buscar hasta el mar. Y nada; no te pude hallar. Entonces fui al pueblo, donde mi tía Arminda; pensé que ella me podría informar. Me dijo que te estabas casando en la iglesia central, con un tal Osmundo Pimentel, el del hospital. Esto no puede ser verdad. Y además, ¿qué mi ex-esposa les había ayudado a organizar la boda y todo lo demás?

Ahora te voy a buscar a la iglesia, espero no estés allá. Vos tenés que ser mía y de nadie más. No respondo de lo que haga si te encuentro en el altar. Soy capaz hasta de matar a tu futuro esposo para que te deje de molestar.

Por fortuna llevo puesto mi frac y un revolver con dos balas. ¿Para qué más? Haré lo que sea necesario para que no te podás casar.

¿Te acordás, Gabriela?

¿Que conmigo te ibas a casar?


Voy para allá,

Jesuíno Mendoça

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En el Sinfín de la Tierra

Te encontré.
Seguí tu olor hasta la iglesia y pude verte allí en la plaza central. Pensé que debía rendirme, pero te tenía que rescatar. No los quise matar. ¡De verdad!
¿Te acordas, mi Gabriela, te acordás?. Te dije que haría lo que fuera por tu amar.

Adeus,
Jesuíno Mendoça