Autor: Hernán García.
Los cielos de oriente titilan a las ocho de la noche.
Quizás el sol no se resignó con que su día debía terminar.
Quizás por eso estira sus brazos deformes, retorcidos y desesperados
para agarrarse de las nubes.
El sol, o lo que sea
titila con terror
Titila un foco que no quiere fundirse.
No. No es el sol.
Más bien es una nube que quiere ser sol.
Por eso emana cabellos dorados, pero de tosca serpiente.
¿No será algo más?
Lo que pasa es que en el Pie del Cielo hay
una puerta, un trance, un camino
donde firmamento y tierra abren dos boquetes que se besan
(chupan trompete).
Esos no son brazos, ni cabellos medusientos
Son escaleras torcidas y efímeras, pero eficaces
Escaleras que invitan árboles, hombres, vacas, casas.
Ya cinco, cinco subieron.
Pero el tránsito no es de una sola vía:
observa
el desasosiego
de la mascota
de Nofügüreima
por bajar
al valle.