jueves, diciembre 25

Ameo

Autor: Hernán García.

Los cielos de oriente titilan a las ocho de la noche.

Quizás el sol no se resignó con que su día debía terminar.

Quizás por eso estira sus brazos deformes, retorcidos y desesperados

para agarrarse de las nubes.

El sol, o lo que sea

titila con terror

Titila un foco que no quiere fundirse.

No. No es el sol.

Más bien es una nube que quiere ser sol.

Por eso emana cabellos dorados, pero de tosca serpiente.

¿No será algo más?

Lo que pasa es que en el Pie del Cielo hay

una puerta, un trance, un camino

donde firmamento y tierra abren dos boquetes que se besan

(chupan trompete).

Esos no son brazos, ni cabellos medusientos

Son escaleras torcidas y efímeras, pero eficaces

Escaleras que invitan árboles, hombres, vacas, casas.

Ya cinco, cinco subieron.

Pero el tránsito no es de una sola vía:

observa

el desasosiego

de la mascota

de Nofügüreima

por bajar

al valle.